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miércoles, 30 de marzo de 2011

Al borde del precipicio


Uno de mis “lemas de vida” más importante ha sido: “Uno realmente cambia sólo al borde del precipicio”. Juzgaba y daba a conocer mis propios calificativos acerca de la progresión y desarrollo de una persona tanto en lo que respecta a su estado anímico como al emocional, basado exclusivamente en esta regla tan simplista y en cierto modo mezquina, pues muy pocas veces reconocía la evolución (positiva) de alguien en particular, consideraba que era muchísimo más sencillo involucionar en cualquier momento sin causa alguna aparente, que evolucionar progresivamente como resultado de esfuerzo, trajín y mucha buena vibra y actitud. Quizás era la envidia la que me llevaba a menospreciar las ganas de superación de las personas y la predisposición al éxito y progreso de aquellas más animosas, simplistas (que no se hacen rollos), resueltas y con mucho ímpetu.

Hoy termino de desenmascarar dicho lema y exponer su falsedad ante mi propia consciencia, pues incluso cuando estoy aún lejos de llegar al borde de cualquiera de mis quebradas o acantilados más agrestes e “insuperables”, me siento muy deseoso de reunir esfuerzos, sudar la gota gorda y salir de este círculo vicioso en el que me he visto sumergido desde hace ya más tiempo del que estaba predispuesto a soportar y que no pretendo tolerar más.

El humor es el factor regulador más importante de mi personalidad y como tal cualquier cambio pronunciado en el mismo desencadena transformaciones algo bruscas en mi personalidad, al punto de producir metamorfosis a manera de estaciones. Mi humor varía en menor medida durante el día a día, sin embargo presenta variaciones cíclicas en periodos más largos de tiempo, en los cuales navego entre ondas de depresión leve, felicidad controlada, descontrol eufórico y pocas veces entre ondas de depresión suprema. Antes me sentía descontento con estas “peculiares” variantes de mi ser, pero he aprendido que es muy común en todas las personas sufrir estas fluctuaciones, seguro en una menor intensidad, pero me aliviaba sentirme menos “anormal”.

Hoy estoy optimista, pero cómo un pesimista congénito puede estarlo, me cuestiono a mí mismo, quizás sea que nunca es tarde para reformular ciertas formas de pensar que pueden llevar mucho tiempo arraigadas dentro de uno y sin embargo hoy quiero creer, ¡no!, creo que no lo ha sido para mí y me mantendré firme, decidido, predispuesto, con la mejor actitud posible y una leve sonrisa dibujada en mi rostro para iniciar este día tan cotidiano, pero especial al mismo tiempo.

Quiero dejar de lado la pereza que bloqueaba la materialización de todos mis esfuerzos psíquicos por trazar planes que me ayuden a superar la bruma y volver a ver con claridad, quiero abandonar al pesimismo, aniquilar al conformismo y ganarme la confianza del positivismo para emprender esta nueva y refrescante tarea.

P.D. El post de hoy es corto y es el primero después de unas larguísimas vacaciones (sin avisar lo lamento) merecidas o no tan merecidas no lo sé, pero necesarias al fin y al cabo. Espero la rutina de la universidad me permita tener espacios para escribir y llegar con las ganas suficientes de querer plasmar el tema del día en este blog al que aunque no lo crean (si es que aún alguien pasa por este blog) le tengo mucho cariño.

La canción de hoy es Get Rhythm, cover de Joaquin Phoenix en la película "I Walk The Line".